Blinking lights (for me)

No nos engañemos, hay pequeñas variaciones producto de la historia de cada cual, pero estaremos bastante de acuerdo en que lo que hace que todo esto merezca la pena es básicamente levantarte un día de fiesta por la mañana y poner música, hacerte el café, mirar por la ventana, estirarte y hacer un gran ruidito; la carcajada espontánea con tus amigos, las miradas cómplices en las que no hace falta añadir contenido verbal para entenderse; llenar el lapicero de veinte lápices de diferentes colores, con la punta lista; tu sobrino arrancando hojas de un arbusto y partiéndose de risa; los mensajes inesperados que hacen girar la dirección del día, aunque queden dos horas para la medianoche; comprender la teoría por la práctica; meterte en el ascensor y hacer la performance de tu vida con el temón de turno; desbloquear el sentido del humor, bloquear a quienes carecen de él y lo sustituyen por una permanente necesidad de tener todo bajo control; la jodida herida del dedo índice derecho que por fin cicatriza; en fin, necesidades más o menos básicas, más o menos elaboradas según quieras distanciarte de las connotaciones aprendidas del puñetero lenguaje.

 

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